sábado, 21 de noviembre de 2009

La Ambición y la Jactancia - Los Murciélagos

La Ambición y la Jactancia ~

Lo que siguió fue otro silencio incómodo, pero como pocos, cubierto cada tanto por un eventual aclarar de su garganta o de la mía.

Luego de un rato —que lo lamento por los que buscan precisión, pero me resulta imposible de medir, espero les alcance con que diga que se hizo eterno—, levanté la mirada, y, sin atreverme a verle a los ojos, afirmé:

—Nadie puede entenderme —se volteó, y lo sentí, pero no pude mirar en sus ojos hasta que, tras segundos, continué. —Al menos, no completamente.

—Pero eso es normal, todos tenemos nuestras diferencias y —intentó excusar, pero lo detuve.

—No es tan simple. Tienen pocas aspiraciones en sus vidas. Vuelan demasiado bajo. Yo tan sólo pienso a futuro, creo que, si tengo algo, tengo también el derecho de mostrarlo. No es malo. Pero ellos ven mis ambiciones y mis jactancias como algo terrible. Prohibido incluso —no hacía más que asentir ante mis quejas, pero no me importaba. Realmente necesitaba descargarme en alguien. —Creo que deberían saber bien de qué me acusan antes de hacerlo. —saqué un diccionario de la mochila. —Mira.

—No es necesario...

—Sí lo es —rugí. No me importó lo violento y frenético que sonaba y me veía. Tras meses de intentar sobrellevarlo, finalmente podía hablar de ello. —Ambición: pasión por conseguir poder, fama, etcétera. ¿Ves algo malo? —no lo dejé replicar, simplemente pasé a otra página. —Jactancia: alabanza presuntuosa de sí o de algo que uno posee. Presuntuoso, -sa: —mi tono iba en aumento— lleno de presunción y orgullo. Presunción: acción y efecto de presumir. Presumir: mostrarse satisfecho en exceso de uno mismo o sus cosas.

Me di una pausa para respirar. Había dicho todo aquello con rabia, y a una velocidad tal, que dudaba mi acompañante realmente hubiera oído. Una vez recuperé el aliento, dije, señalando al vacío en una expresión desafiante:

—No tienen autoestima y no quieren que yo la tenga tampoco, o simplemente son ignorantes del verdadero significado de lo que dicen. O... —bajé el dedo. No pude continuar.

Los Murciélagos ~

Me callé y bajé la mirada una vez más. Me abracé para protegerme del frío. Del frío de sus pensamientos acusadores, revoloteando en mi mente, como repulsivos murciélagos. Monstruos disfrazados. Pequeños perros en cubierto. Si los miras de cerca verás que se parecen. Te sentirás atado a ellos, y no podrás ver que en realidad son algo más. Diferente. Ni una pizca de ternura o inocencia hay en ellos. Pero te engañarás, porque no quieres aceptar que el cachorro tiene alas de demonio, colmillos de serpiente, y un afán por tu sangre que rivaliza al de un verdadero vampiro.

Esperó unos momentos hasta verme calmar. Entonces, finalmente se atrevió a preguntar.

—¿O?

—O simplemente no les importa en lo más mínimo lo que tenga para decir —levanté la mirada una vez más, y busqué en sus ojos una respuesta. No la hubo. Hice una mueca, pensando: “Lástima”. —Creo que piensan que todo lo que digo es estúpido. Nunca tiene sentido para ellos. No me toman como una persona seria. Es gracioso, porque en realidad lo soy, es sólo que, cuando los conocí, quise empezar de cero. Ser otro yo. Al principio era maravilloso. Era tan perfecto. Fue el mejor verano de mi vida. Pero cuando terminó... —incapaz de expresar los sentimientos de decepción y depresión de los últimos meses, me limité a suspirar—. Creo que me equivoqué. Debí ser yo mismo. Ahora lo sé —reí histéricamente. Fue una única carcajada, pero cargada del mayor nerviosismo que cualquier otra hasta aquel momento. — ¿Y tú que opinas?