jueves, 23 de julio de 2009

Estudiantes Desesperados Capítulo II

Advertencia: este texto no debe ser leído por menores de 18 años xD



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Nuestros "Medios"


No tardaron en seguir el consejo de Emma. Pocos días después de la reunión, comenzaron a hacer uso de “sus propios medios” para intentar develar el misterio de mi suicidio. Los métodos eran variados, puesto que cada uno tenía su propia arma secreta y personal con la que intimidar, extorsionar y/o timar al otro. Michael podía amenazar con romperle la cara, Códex podía analizar y revisar todos y cada uno de los archivos de sus computadoras, Esteban engañarlos con infalibles trucos novelescos para que revelasen la verdad sin darse cuenta, pero Emma tenía la mejor y más infalible de todas: la seducción.

Ya entrada la segunda semana a mi muerte, la búsqueda de los secretos se volvió un juego difícil, al menos lo suficiente como para que sus jugadores comenzasen a hacer trampa para ganar, o amenazar con renunciar.

—Ya estoy harta —comentó Emma—. Hace días que estamos buscando el más mínimo descuido, pero esos dos se han vuelto tan cuidadosos que da asco. Así jamás vamos a poder averiguar nada.

—Esa es la idea, querida —le dijo Códex con una superioridad que no se tomó el trabajo de disimular. Habían decidido aliarse en la caza. Esa era la causa por la cual en esos momentos comía silenciosamente a su lado, en una de las mesas más apartadas de la cantina, observando la mesa donde estaban sentados Michael y Esteban—. No puedo creer que Ara se haya suicidado por el sólo hecho de guardar secretos, quiero decir, no creo que pueda provocar tanto estrés como para querer tomar un arma y volarte los sesos.

—No te creas. Estás considerando los secretos como cosas normales, en ese caso no puede provocar un suicidio, pero eran muy privados, “sus más profundos e íntimos” —me citó—. Y suponemos que bastante terribles y…

—Pero ¿Cómo cuáles? —la interrumpió—. ¿Un asesinato? ¿Una cuestión de sexualidad? ¿Qué? Por Dios santo, que alguien...

—Tranquilízate, querida, date la vuelta, sonríe y saluda, que nos están mirando.

Mi amiga se dio la vuelta y descubrió a mi hermano y a mi novio observándolas con detenimiento. Les sonrió falsa y distraídamente, al tiempo que los saludaba, tal y como la zorra le había dicho, y le devolvieron el gesto.

—¿De qué crees que podrían estar hablando? —le preguntó mi hermano a Esteban.

—De los secretos, eso es seguro —hizo una pausa para beberse un largo sorbo de su chocolate, bien frío cabe aclarar, puesto que lo odia caliente y aborrece el café—. Han de estar pendientes de cada uno de nuestros movimientos, el más mínimo descuido y estás muerto. La táctica defensiva más efectiva para este tipo de situaciones es fingir que nada sucede y parecer despreocupado.

Michael tragó saliva.



Ese mismo día, Emma acudió al gimnasio de la Universidad y se sentó en las gradas a observar detenidamente a mi hermano. Fueron dos horas seguidas de verle dar vueltas y vueltas a la cancha con un increíble esmero e inhumana velocidad. No cabía dudas de que lo hacía para descargarse.

Cuando acabó por detenerse, se recostó en el suelo de madera. Creía que su entrenamiento había finalizado de una vez por todas. Sin embargo, antes de que pudiese siquiera pestañar, Michael comenzó a hacer abdominales. Media hora más tarde, se levantó de un salto y corrió a los vestuarios, empapado en sudor. No se había percatado de que la zorra lo había estado espiando todo el rato y en esos momentos bajaba de dos en dos los escalones de las gradas para luego seguirlo con extremo sigilo. Miró a su alrededor. No había nadie en el gimnasio más que ellos dos, de modo que entró. Se encontró con mi hermano a punto de desvestirse. Fue entonces cuando se sacó la ropa de calle y se puso un nada recatado camisón negro transparente que dejaba ver todo, y por todo, me refiero a absolutamente todo. Esperó un poco y, al cabo de unos segundos, salió de entre las sombras y se abalanzó sobre él, lanzándolo al suelo.

Emma Reardon no conocía ni concebía la existencia de otra forma más sencilla, rápida, eficiente y placentera que seducir a la gente para conseguir lo que quería. Sin embargo, esta vez no le funcionaría. Michael se incorporó y se cubrió con una toalla.

—¡¿Qué te crees que haces?! —le gritó—. ¡Maldita degenerada!

Emma, más que sorprendida, intentó excusarse, pero los continuos insultos de mi hermano no la dejaron. Finalmente, ofendido y con rabia, salió con el bolso en mano y tapado únicamente con la toalla, dando un fuerte portazo y dejándola perpleja.



Esa misma noche, Esteban, Códex y Emma volvieron a reunirse en los sillones de la sala de estar. Mi hermano se había encerrado en su habitación hacía horas, luego del incidente en el gimnasio, y, a pesar de los constantes llamados de mi novio y amiga, se negó a salir.

—¿Ha descubierto alguno algo? —preguntó Esteban, una vez habían desistido en intentar sacarlo.

Chigaimasen*, absolutamente nada —dijo Códex— ¿Y tú?

—Tampoco.

—Parece ser que entonces yo soy la única que ha hecho avances.

—¿De qué hablas, Emma? —le preguntó mi amiga, en parte temiendo la respuesta.

—Antes que nada, quiero comunicarles que, si no empiezan a molestarse un poco más en esto, y hacer un poco de trampa tampoco viene nada mal, no averiguarán nunca nada. Por mi parte, yo me he arriesgado.

—Vamos, cuenta.

—Seguí a Michael hasta el gimnasio. No se imaginan cuánto corre sin detenerse y...

—Emma...

—Está bien. La cuestión es que lo seguí hasta el vestuario y me puse mi mejor lencería erótica...

—¿Tuvieron sexo?

—¿Me pueden dejar terminar?

—Bueno, adelante.

—Yo estaba semidesnuda, y él desnudo. Me abalancé sobre él. Pensaba sacarle la verdad con el sexo, pero se negó. Se levantó, me insultó, se cubrió con una toalla y se fue.

—¿Y eso qué prueba? —ambos estaban confundidos.

—No es por ser presumida, pero todo el mundo tiene una erección cuando ve mi cuerpo desnudo o, en este caso, semidesnudo, pero yo no vi ni la más mínima... reacción. Eso me parece bastante sospechoso, ¿A ustedes no?

—¿Insinúas que Michael es homosexual? —saltó Esteban en su defensa.

—No creerás que si al verme desnuda y no tener algún tipo de manifestación de excitación sexual es heterosexual, ¿cierto?

—Pero...

—Hagamos una prueba.

—¿De qué estás hablando? —le preguntó Códex, nerviosa.

—Vamos a ver si tengo razón.

—¿Qué piensas hacer?

—No tienes cinco años, querida, lo sabes perfectamente. Si prefieres no ver mi pequeño... experimento por así decirlo, puedes cerrar los ojos o nos vamos arriba. Te aseguro que no durará ni un momento.

Mi amiga se quedó inmóvil y boquiabierta mientras la zorra arrastraba a Esteban a su habitación, con una amplia sonrisa de satisfacción en su rostro.

Bajó tan sólo unos momentos después, con mi novio detrás, su vista clavada en el suelo.

—Te lo dije.

Los dos volvieron a sentarse, la zorra con una expresión de la más pura suficiencia, pues había demostrado que tenía razón, y mi novio, rojo como un tomate por la vergüenza y sintiéndose terrible porque pensaba que me había sido infiel. Códex los miraba nerviosamente.

—Está confirmado, Michael es homosexual.

Las dos mujeres continuaron hablando sobre el tema mientras Esteban se encontraba sumido en un profundo silencio, refugiado en sus profundos y posiblemente oscuros pensamientos, como solía suceder.

Si tan sólo se hubiesen dado la vuelta por un segundo, hubieran podido divisado el rostro de una extraña observándolos cuidadosamente a través de la ventana, estudiando sus gestos, leyendo sus labios, adivinando sus pensamientos.

—Es un gran alivio, aún no lo saben —dijo.



*Expresión coloquial, exageración del no.

1 comentario:

  1. Okay, como no te conectas, te voy a dar a conocer mi blog (espero por mi bien mental y anímico que no lo des a conocer a NADIE con el cual tengamos una relación en común) lo tuviste al alcance de la mano todo el tiempo.
    Esta parte me pareció apasionante, claramente la historia avanzó y me metió más en ella.
    Sin más, ya sabes.

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